Al día siguiente, unos cohetones
anunciaban la boda religiosa en la parroquia. Ese día, había una veintena de
mujeres con huipil ayudando a hacer la comida: tortillas con metates, metlapil,
tlecuil y comales. Guisaban salsa y guacamole en los molcajetes. Tecuani,
Ayotli y la maestra Cariño comían: mole rojo de guajolote y gallina criolla con
ajonjolí.
–En otras bodas, hay variantes, en
ocasiones bailaban el guajolote y el huentle el mismo día de la boda religiosa.
Guisan chilate o mixiotes de res; o carne de marrano con arroz–. Comentó una niña comensal que
los acompañaba.
Tecuani la miraba sorprendida
pues esa niña se parecía a su abuelita y hablaba igual que ella.
–
¿Cómo te llamas?–.
– Felipa–.
Tecuani estaba feliz, ahora
conocía a su propia abuelita de niña. Estuvieron charlando un rato. Tecuani le
regaló una caja de galletas del futuro y después bailaron al son que tocaba la
música de viento.
Quizás, el huentle, baile de la flor o
baile del guajolote, en sus orígenes, estuvieran relacionados con el
xochipitzahuatl, aunque el xochipitzahuatl se bailaba cientos de kilómetros al
norte, en la región nahua de la huasteca localizada en los estados de San Luis
Potosí y Veracruz. El huentle, baile del guajolote o baile de la flor, solo se
representaba en poblados tradicionalistas del centro – sur del país. Incluía
los estados de Morelos, Guerrero, Puebla, México, Oaxaca y Tlaxcala.
El huentle, baile de la flor o
baile del guajolote en las bodas surianas evidenciaba las tradiciones similares
existentes más allá de las fronteras político–administrativas entre los estados
del centro–sur de México. Como son: las parodias de tecuanes, vaqueros,
contradanzas, aztecas, apaches, el brinco del chinelo, las escenificaciones de
la pasión de Cristo, una historia compartida de la disminución de las danzas
teatros de los moros y cristianos; y el baile del huentle, baile de la flor o
baile del guajolote en las bodas tradicionales.
Después de
la boda, estaban Tecuani, Felipa y Ayotli en la laguna cuando vio unas
marionetas gigantes de tortuga y mojiganga. Gritó:
– ¡Mira Ayotli unos muñecos gigantes! –.
–Sí, ¿quién sabe de quién serán? –.
Esperaron,
y vino la maestra Cariño. Dijo:
–Debemos llevarlas al jacalón, están muy bonitas, aquí se pueden
estropear con la lluvia–.
Ya las
traían por la calle del panadero, al pasar por una tienda, Susano Galván,
saxofonista de una banda chilatera y músico de la época de la revolución les
preguntó:
– ¿A dónde llevan esos pesados monigotes? –.
–Las llevamos al jacalón porque va a llover y se van a estropear y
están muy bonitas–.
Extracto del novela histórica: "Tecuani viaja en el tiempo" próximo a publicarse.
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