El General Porfirista contra el Cura Zapatista
Por
Óscar Cortés Palma
A nivel nacional los militares perdían la guerra, el
general Victoriano Huerta estableció una férrea dictadura militar mediante un
golpe de estado apoyado por Estados Unidos, utilizó el terror y el miedo para atemorizar al pueblo
rebelde. Enviaron al ejército a incendiar pueblos. El general Luis Cartón
incendió Tepalcingo, el 13 julio de 1913. Se dirigió por los senderos de los
cerros del sur iba incendiando pueblos de Morelos y Puebla.
El general Gaudencio González de la Llave acampó en
la estación del ferrocarril de Axochiapan.
Las escaramuzas eran frecuentes al sur del rio
Amatzinac: Axochiapan, Atencingo, Chietla, Huehuetlan, Quebrantadero,
Tlancualpican, Teotlalco y Tzicatlan. Un día, ardieron los
sembradíos de caña de la hacienda de san Ignacio. El hacendado Luis García
Pimentel se quejaba. En represalia, el general Gaudencio de la Llave se dirigió
lleno de cólera a apresar al cura del pueblo que tenía fama de rebelde y de simpatizar
con la justicia, sus misas estaban cargadas de compromiso social, por eso
incomodaba al gobierno, que lo encarceló en al menos un par de ocasiones, una
en 1912[2]:
El párroco Prisciliano Espíritu fue encarcelado otra
vez al año siguiente, junto a veintiséis personas, el 18 de noviembre de 1913
acusado de ser cómplice de los zapatistas incendiadores de sembradíos de caña.
Debido a su compromiso con los pobres y a su
rebeldía a pesar de sus encarcelamientos, el párroco Prisciliano fue removido
al curato de Iztacalco, estado de México, como vicario auxiliar. Falleció
durante la revolución en el año de 1915, enfermo, pobre y solo, víctima de la
revolución.
El general Gaudencio de la llave, porfirista viejo,
manipulaba y obligaba a los muchachos a enlistarse al ejército.
Muchos jóvenes no querían ir a la guerra, eran
llevados a fuerza mediante la leva. En el campamento Fidel de la Llave,
familiar del general Gaudencio de la Llave estuvo involucrado en la
misteriosa muerte del teniente Miguel Benítez lo que aumentó la desconfianza.
Y a veces no les pagaban a los soldados. La tarde del miércoles 17
de diciembre de 1913, el general Gaudencio de la Llave se encontraba ausente
cuando los soldados se amotinaron y escaparon.
El general De la llave utilizó la estrategia del
terror y el miedo, robaba e incendiaba casas. La gente preguntaba cuando venían
los soldados:
– ¿Quién los dirige? –
–El general de la llave–.
Y la gente huía despavorida al cerro o se escondían
porque si no las fusilaban, además las mujeres se tiznaban la cara y se
disfrazaban con ropajes viejos y feos, se ocultaban en los petates,
cuexcomates, pozos de agua. El general Gaudencio González de la Llave infundía terror y miedo, y ni siquiera así pudo contener la rebeldía.
Sólo consiguió odio y desprecio en la región, el
gentío se quejaba mucho de él.
Tildada su campaña militar de mediocre y de insciplinar a los pocos soldados que tenía, pues casi todos se habían sublevado y desertado, al general de la Llave se le retiró el mando y sus restantes fuerzas fueron refundidas en otras corporaciones.
De la Llave ya no fue útil al gobierno federal ni
estatal. Los altos mandos militares lo enviaron lejos, a Aguascalientes y
Jalisco, a un forzado descanso como jefe de remplazo.
La gente estaba unida y organizada en rondas, no
quería más miseria, era imposible detener la rueda de la historia, la exigencia
de paz, justicia y repartición de la riqueza. En 1914, se volvió a rebelar la
aldea, para entonces todo el valle del Amatzinac estaba en llamas, todas las
villas eran rebeldes. Los zapatistas habían ganado, por ahora… En el año de 1915 tomaron el poder. Se
sucedieron cuatro presidentes municipales en un año por el reacomodo de las
fuerzas políticas.
Texto: Óscar Cortés Palma
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