La revuelta del tallarín y el incendio de las actas de nacimiento. 1934
Por Óscar Cortés Palma
En la madrugada del 26 de septiembre de 1934, una bola de
fuereños armados llegó a Axochiapan[1].
El ex zapatista Enrique Rodríguez Mora, alías el
tallarín, arengaba a sus seguidores:
– ¡No cambiamos a los gobernantes por otros para que se
enriquezcan y nosotros sigamos igual de pobres!–
Sus seguidores lo secundaban:
– ¡Viva el general Enrique Rodríguez, vivan el general tallarín!
– .
La gente no estaba conforme porque se iba a implementar
el servicio militar obligatorio y porque seguían igual de pobres como antes de
la revolución.
Eran como las 2 de la mañana, estaba oscuro, sin hacer
ruido porque la calle estaba llena de yerba, la banda de 50 hombres armados del tallarín entró al pueblo. Se apoderó
de los fondos de la receptoría de rentas y del ayuntamiento municipal[2].
Quemaron cuanto papel encontraron en el ayuntamiento, fueron
a las casas de los vecinos para que les vendieran caballos y armas; llevaban
sus itacates cargados de comida que habían comprado en el pueblo.El
Tallarín y su gente se llevaron la correspondencia de los correos y telégrafos
de la estación del ferrocarril.
Severo Chileño era un niño cuando salió de su casa a ver
de dónde provenían los sonidos de los cuernos y trompetas. Sus tíos estaban
escondidos detrás de las puertas cerradas desde donde le gritaron asustados.
– ¡Métete chamaco,
por allá, en el centro andan unos revoltosos armados–.
Después de un par de horas, comenzaron a oírse de nuevo los
sonidos de las trompetas, Severo Chileño las escuchaba emocionado, mientras los
fuereños armados se retiraban de la población con rumbo a las serranías
cercanas, unos iban a pie porque no tenían caballos. Siguiendo a los alzados iban:
Adelaido, Cenobio, y Agustín.
Al amanecer, llegaron destacamentos de soldados en su
persecución. El ayuntamiento de Axochiapan había sido vandalizado, todavía
había humo y cenizas de montones de papeles quemados.
Los insurrectos anduvieron un tiempo huyendo y peleando.
Cuando llegó el temporal, Adelaido, Cenobio, y Agustín aprovecharon la lluvia
para sembrar maíz (tlayolli), frijol y calabaza en las milpas serranas (conocidas como tlacololes)
que están por santa Cruz.
Vivían en una cueva, en donde preparaban su tlaxcalli
(comida). La vida en el cerro no le gustó a Agustín que fue entregarse a los
soldados.
– Sé dónde está los demás, los llevaré si me perdonan–. Les
dijo.
Después de caminar un rato, rodeado de soldados. Gritó:
–¡Ese que está allí limpiando el tlacolol, es uno de
ellosl!-
Los soldados atravesaron los surcos pisando la milpa
tierna y lo agarraron. Después, lo presentaron al presidente municipal Sebasrian González, a quien
la gente le apodaba de chiste: “cabeza dura, carretón de la basura”, según porque
era muy terco
: – ¿Usted conoce a este hombre?
A lo que el presidente municipal respondió:
– ¿Cuál hombre? Si, este fue uno de los revoltosos–.
Los soldados colgaron
al hombre en un mezquite del cerro cerca del rio.
Tres años después, el presidente de la república Lázaro
Cárdenas, solucionó las peticiones del tallarín y su gente, y los amnistió por lo
que regresaron calmados a sus poblados de origen. Sin embargo, la cosa no
estaba olvidada. Un ex zapatista llamado José Solís, alias la zorrita, siempre
andaba armado. La gente murmuraba:
– Si hay otra revolución mañana, la zorrita se va a la
bola –
.
José Solís alías
la zorrita recomendó a su amigo Carlos Rodríguez como comandante municipal.
Después José Solís fue comisariado ejidal en el año de
1935, un año después de que Enrique Rodríguez, el Tallarín y su banda quemó el
archivo municipal.
Un día cuando la zorrita andaba borracho con su sombrero
en el brazo. Lo interceptó su amigo, el comandante municipal Carlos Rodríguez.
– ¡Qué pasó don zorrita está usted tomando!-–
Salieron abrazados de la cantina que estaba enfrente del
jacalón, aprovechándose que estaba borracho, lo desarmó sin que se diera cuenta,
y lo balaceó. Después llegó su hijo gritando:
–¡Ya mataron a mi padre, agárrenlos!–
No obstante, los policías lo descalabraron y se fueron de
pelada.
José Solís, alias la zorrita, ya estaba viejo cuando
murió, solía decir que lo andaban persiguiendo por eso andaba armado, y en una
ocasión balaceó a uno que lo seguía y nadie hizo nada porque era un pueblo sin
ley ni orden.
En sus años mosos
le gustaba el relajo, en una de sus chanzas se disfrazó de soldado federal con
su clarinete en la espalda, rodeado de zapatistas.
– ¡Capturaron a un soldado hay lo llevan en medio!– decía la gente. Y la zorrita se carcajeaba.
En
Axochiapan se levantó un acta judicial en 1934 porque como el Tallarín y su
gente quemaron los archivos de actas de
nacimiento, las personas desconocía en que fecha habían nacido y unas se
pusieron menor edad.
[1] AGUILAR
Domínguez Ehecatl Dante. Enrique Rodríguez “El Tallarín” y la denominada
Segunda Cristiada en Morelos, 1934 –1938. Tesis de Licenciatura en Historia.
UAEM. 2007.
[2] 125
Declaración tomada al c. Fidel Ramírez. subagente receptor de rentas de
Axochiapan MOR. El 23 de Noviembre de 1934. Expediente judicial No. 9/1936.
Fojas: 15 –16. Archivo Histórico de la Suprema Corte de Justicia en el estado
de Morelos. Cuernavaca.
Texto: Óscar Cortés Palma
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