sábado, 15 de septiembre de 2018

Atlacahualoya y los curas insurgentes.


Atlacahualoya y los curas insurgentes.

Por Óscar Cortés Palma


El cura insurgente José María Morelos se acercaba a Cuautla, sus avanzadas cubrieron todo el territorio. Llegaron a Chilapa, continuaron para Tlapa, se unió a la insurgencia el presbítero Mariano Tapia, sacerdote de Chiautla[1]. Continuaron hasta Izucar, se unió el cura Mariano Matamoros de Jantetelco. Vicente Guerrero encerró a los curas de Jolalpan y Teotlalco por ser contrarios a la independencia.  
En la región de Tenango, Axochiapan y Atlacahualoya, el párroco era Miguel González de Aller y Soto, estaba enfermo y preocupado en su recamara. En Atlacahualoya el pueblo se había amotinado, las campanas de la iglesia repicaban. Arriba del campanario. El sacristán Nicolás Florentino gritaba: ¡Mopachocan! ¡Mopachocan! (palabra nahua que significa junta de gobierno popular). Una turba armada con machetes, palos y piedras tomó el control de la aldea y se apropió de los campos en litigio destruyendo las cercas y mojoneras occidentales que estaban por Tlalayo. Cuando el cura Miguel Ángel de Aller y Soto.
Morelos y los líderes insurgentes peleaban por la independencia, y crear un nuevo país, una comunidad imaginada[2]. Los aldeanos odiaban al hacendado español. Luchaban para defender las tierras.  Recordaban que José Antonio Zalvide Goitia, dueño de la hacienda de Tenango los despojó de tierras.
En Chiautla, el hacendado Mateo Musito Zalvidegoitia, comandante realista y amigo del virrey, junto con otros seis españoles, fueron ejecutados. Mateo Musito Zalvidegoitia, era pariente del dueño de la hacienda de santa Ana Tenango, José Antonio Zalvide Goitia, y ofreció cincuenta mil pesos por su libertad.
Con arrebol del caer de la tarde. Una avanzada insurgente cabalgaba por el sendero del camino real el 18 de diciembre de 1811. Entraron al atrio parroquial sin bajar de los caballos iban pisando los sepulcros del panteón parroquial[3]. Era el capitán Joaquín Camacho, de Jantetelco, con 20 a su mando, atolondrando al mundo con algazara y gritando.
– ¡Viva el general Morelos, Viva la independencia!
Bajaron de los caballos retintos, rodeando la parroquia de Atlacahualoya, mientras unos estaban de centinelas, el capitán Camacho externó al párroco Miguel González de Aller y Soto,:
–Padre, traemos la orden de llevarlo con el coronel Bravo–.
El párroco respondió:
–Estoy enfermo muchachos, estoy acalenturado, miren lo poco que valgo, ya estoy muy enfermo–.
–No le hace padre, tenemos órdenes de llevarlo–.
En la madrugada, bajo la luminiscencia del cielo estrellado, el párroco del pueblo, montando a caballo fue conducido, en medio de la turba armada, al trapiche de Coayuca. Allí lo recibió el coronel insurgente Leonardo Bravo. Ambos se conocían desde tiempo atrás, cuando el presbítero Miguel de Aller y Soto fue cura de Chilpancingo y Leonardo Bravo era hacendado. Ahora los tiempos habían cambiado, Leonardo Bravo andaba exhortado, huyendo y peleando contra el gobierno. Aun así, lo recibió con suavidad y bonhomía, le ofreció un jarro de mezcal, le dijo:
–Padre, únase a nuestra causa. Usted conoce las injusticias del hacendado. Le cobran diezmos a las huertas parroquiales, no podemos permitirlo–.
–No puedo señor Bravo, la paz es el camino, se puede llegar a un acuerdo para lograr la independencia sin violencia–.
–-Padre recuerde los favores  que le hice cuando estaba en Chilpancingo -.
Después de esto el padre montó su caballo y fue conducido de nuevo a la parroquia de Atlacahualoya, Al llegar, el pueblo se había amotinado, las campanas de la iglesia repicaban, una turba armada había tomado el control. Sus feligreses lo aborrecían, al encontrarse en desgracia, suplicó a sus superiores le permitieran abandonar la parroquia y salir rumbo a la ciudad de México. La carta decía[4]:
Vi la ingratitud de mis feligreses en la alegre y festiva demostración de risas y palabras, acciones y expresiones chocantes e incesantes […] supe a ciencia fija las repetidas calumnias de mis pueblos, Atlacahualoya y Axochiapan, pretendieron mi prisión y separación de mi beneficio, especialmente Atlacahualoya, solicitó a Morelos se le diera licencia para degollarme por ser europeo y lo mismo a mi familia y a los españoles de la parroquia […] A excepción de muy pocos […] todos han sido notoriamente traidores, presentándose voluntariamente a Morelos con armas y caballos, aun hallándose todavía en Chilapa”–.
De Jantetelco, Atlacahualoya, Axochiapan, Coayuca, Quebrantadero y Tepalcingo salieron grupos armados organizados siguiendo a los insurgentes, entre ellos iba el cura de Jantetelco Mariano Matamoros y el cura de Chiautla Mariano de Tapia. Luego de dos meses se llevaría a cabo el sitio de Cuautla. Con la independencia, los habitantes de la vecindad no recuperaron las tierras. La lucha contra las haciendas prosiguió por un siglo más.
.El cura Miguel de Aller y Soto siembre fue polémico, siete años antes en 1805, en el pueblo de Tejupilco lo acusaron de no respetar las tradiciones de la administración parroquial y tenía problemas con la hacienda de Tenango porque le cobraban renta por los huertos parroquiales. Todo parece indicar que era un sacerdote preparado pues se han encontrado cartas escritas de él.
En la región, hubo manifestaciones derebeldía en la 2da campaña militar de Morelos. Lo sabemos gracias a otra carta del cura de Atlacahualoya, Miguel González de Aller y Soto, quien solicitaba licencia para abandonar su curato e ir a México:
       
“A muy pocos días entró Morelos a Chautla [Chiautla de Tapia, Puebla] y sus avanzadas cubrieron todo el territorio, dominaban sin oposición[…] consternándose el país con el horroroso asesinato del comandante Musitu [Mateo Musito] y otros desgraciados europeos en Chautla, muy inmediato a estos excesos de crueldad y tiranía, fueron la prisión y [ilegible] de los curas de Xolalpa y Teotlalco[…] El 18 de diciembre [de 1811] asaltando el curato y osadamente atropellando la sagrada inmunidad del cementerio (por donde necesariamente habían de pasar pero pisando los sepulcros) se arrojó el capitán Camacho [Joaquín Camacho]  con 20 hombres a caballo, atolondrando al mundo con algazara y gritos; y rodeándome con [ilegible] y colocando varios centinelas, me externó con bastante altivez la orden de pasar inmediatamente con él a presencia del seudocoronel Bravo [Leonardo Bravo]; lo que no pude evitar ni con hacerle ver el papel de Morelos[José María Morelos], ni el estado infeliz en que me hallaba, pues estaba actualmente enfermo. No hubo en fin otro [ilegible] que montar a caballo, siendo conducido en medio de la turba armada, y ser presentado a Leonardo Bravo en el pueblo de Coayuca, quien me recibió con demasiada aspereza y sequedad a pesar del conocimiento especial y algún otro favor que le dispensé hallándome de cura en Chilpancingo y seguramente me hubiera conducido a Izúcar [Izúcar de Matamoros, Puebla] con todo el haber llegado con calentura, si el oficio de su general no hubiera templado su mismo ardor. Sin embargo de mi resolución y serenidad a las que me tenía decidido de antemano la obligación de mi destino; confieso Sr. Ilmo., que flaqueó la parte interior del hombre.”[5]

En este documento se puede apreciar el sentimiento de inconformidad prevaleciente en el periodo revolucionario, que aunado con los despojos de tierras motivó a los habitantes de la zona a sumarse al movimiento independentista.

Texto: Óscar Cortés Palma
Email: oscarcortespalma@gmail.com
Extracto del libro <<Tecuanina viaja por el tiempo por la historia de Axochiapan>>
Casa de Cultura Tecuanes org., civil.






[1] AGN/ Inst. Coloniales/ Operaciones de Guerra 4872 / Exp. 008/ 4 F. Año 1813
[2] Benedict Anderson, Comunidades imaginadas: origen y difusión del nacionalismo, FCE, 1993.
[3] En esa época, en el atrio parroquial se enterraba a los difuntos.
[4] AGN/ Inst. Coloniales/ Operaciones de Guerra / Caja 4872 / Exp. 008/ 4 f., 1813
[5] AGN/ Inst. Coloniales/ Indiferente Virreinal/ Operaciones de Guerra Caja 4872 / Exp. 008/ 4 Fojas  Año 1813

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