Atlacahualoya y los curas
insurgentes.
Por Óscar Cortés Palma
El cura insurgente José María Morelos se acercaba a
Cuautla, sus avanzadas cubrieron todo el territorio. Llegaron a Chilapa, continuaron para
Tlapa, se unió a la insurgencia el presbítero Mariano Tapia, sacerdote de
Chiautla[1]. Continuaron hasta Izucar, se unió el cura Mariano
Matamoros de Jantetelco. Vicente Guerrero encerró a los curas de Jolalpan y
Teotlalco por ser contrarios a la independencia.
En la región de Tenango, Axochiapan y Atlacahualoya, el
párroco era Miguel González de Aller y Soto, estaba enfermo y preocupado en su
recamara. En Atlacahualoya el pueblo se había amotinado, las
campanas de la iglesia repicaban. Arriba del campanario. El sacristán Nicolás
Florentino gritaba: ¡Mopachocan! ¡Mopachocan! (palabra nahua que significa junta de gobierno popular). Una turba
armada con machetes, palos y piedras tomó el control de la aldea y se apropió
de los campos en litigio destruyendo las cercas y mojoneras occidentales que
estaban por Tlalayo. Cuando el cura Miguel Ángel de Aller y Soto.
Morelos y los líderes
insurgentes peleaban por la independencia, y crear un nuevo país, una comunidad
imaginada[2]. Los aldeanos
odiaban al hacendado español. Luchaban
para defender las tierras. Recordaban
que José Antonio Zalvide Goitia, dueño de la hacienda de Tenango los despojó de
tierras.
En
Chiautla, el hacendado Mateo Musito Zalvidegoitia, comandante realista y amigo del
virrey, junto con otros seis españoles, fueron ejecutados. Mateo Musito
Zalvidegoitia, era pariente del dueño de la hacienda de santa Ana Tenango, José
Antonio Zalvide Goitia, y ofreció cincuenta mil pesos por su libertad.
Con
arrebol del caer de la tarde. Una avanzada insurgente cabalgaba por el sendero
del camino real el 18 de diciembre de 1811. Entraron al atrio parroquial sin
bajar de los caballos iban pisando los sepulcros del panteón parroquial[3]. Era el capitán
Joaquín Camacho, de Jantetelco, con 20 a su mando,
atolondrando al mundo con algazara y gritando.
–
¡Viva el general Morelos, Viva la independencia!
Bajaron
de los caballos retintos, rodeando la parroquia de Atlacahualoya, mientras unos
estaban de centinelas, el capitán Camacho externó al párroco Miguel González de
Aller y Soto,:
–Padre,
traemos la orden de llevarlo con el coronel Bravo–.
El
párroco respondió:
–Estoy
enfermo muchachos, estoy acalenturado, miren lo poco que valgo, ya estoy muy
enfermo–.
–No
le hace padre, tenemos órdenes de llevarlo–.
En
la madrugada, bajo la luminiscencia del cielo estrellado, el párroco del
pueblo, montando a caballo fue conducido, en medio de la turba armada, al
trapiche de Coayuca. Allí lo recibió el coronel insurgente Leonardo Bravo.
Ambos se conocían desde tiempo atrás, cuando el presbítero Miguel de Aller y
Soto fue cura de Chilpancingo y Leonardo Bravo era hacendado. Ahora los tiempos
habían cambiado, Leonardo Bravo andaba exhortado, huyendo y peleando contra el
gobierno. Aun así, lo recibió con suavidad y bonhomía, le ofreció un jarro de mezcal,
le dijo:
–Padre,
únase a nuestra causa. Usted conoce las injusticias del hacendado. Le cobran
diezmos a las huertas parroquiales, no podemos permitirlo–.
–No
puedo señor Bravo, la paz es el camino, se puede llegar a un acuerdo para
lograr la independencia sin violencia–.
–-Padre
recuerde los favores que le hice cuando
estaba en Chilpancingo -.
Después de esto el padre
montó su caballo y fue conducido de nuevo a la parroquia de Atlacahualoya, Al
llegar, el pueblo se había amotinado, las campanas de la iglesia repicaban, una
turba armada había tomado el control. Sus feligreses lo aborrecían, al
encontrarse en desgracia, suplicó a sus superiores le permitieran abandonar la
parroquia y salir rumbo a la ciudad de México. La carta decía[4]:
– “Vi la ingratitud de mis
feligreses en la alegre y festiva demostración de risas y palabras, acciones y
expresiones chocantes e incesantes […] supe a ciencia fija las repetidas
calumnias de mis pueblos, Atlacahualoya y Axochiapan, pretendieron mi prisión y
separación de mi beneficio, especialmente Atlacahualoya, solicitó a Morelos se
le diera licencia para degollarme por ser europeo y lo mismo a mi familia y a
los españoles de la parroquia […] A excepción de muy pocos […] todos han sido
notoriamente traidores, presentándose voluntariamente a Morelos con armas y
caballos, aun hallándose todavía en Chilapa”–.
De Jantetelco,
Atlacahualoya, Axochiapan, Coayuca, Quebrantadero y Tepalcingo salieron grupos
armados organizados siguiendo a los insurgentes, entre ellos iba el cura de
Jantetelco Mariano Matamoros y el cura de Chiautla Mariano de Tapia. Luego de
dos meses se llevaría a cabo el sitio de Cuautla. Con la independencia, los
habitantes de la vecindad no recuperaron las tierras. La lucha contra las
haciendas prosiguió por un siglo más.
.El
cura Miguel de Aller y Soto siembre fue polémico, siete años antes en 1805, en
el pueblo de Tejupilco lo acusaron de no respetar las tradiciones de la
administración parroquial y tenía problemas con la hacienda de Tenango porque
le cobraban renta por los huertos parroquiales. Todo parece indicar que era un
sacerdote preparado pues se han encontrado cartas escritas de él.
En la región, hubo manifestaciones derebeldía en la 2da
campaña militar de Morelos. Lo sabemos gracias a otra carta del cura de
Atlacahualoya, Miguel González de Aller y Soto, quien solicitaba licencia para
abandonar su curato e ir a México:
“A
muy pocos días entró Morelos a Chautla [Chiautla de Tapia, Puebla] y sus
avanzadas cubrieron todo el territorio, dominaban sin oposición[…]
consternándose el país con el horroroso asesinato del comandante Musitu [Mateo
Musito] y otros desgraciados europeos en Chautla, muy inmediato a estos excesos
de crueldad y tiranía, fueron la prisión y [ilegible] de los curas de Xolalpa y
Teotlalco[…] El 18 de diciembre [de 1811] asaltando el curato y osadamente
atropellando la sagrada inmunidad del cementerio (por donde necesariamente
habían de pasar pero pisando los sepulcros) se arrojó el capitán Camacho [Joaquín
Camacho] con 20 hombres a caballo,
atolondrando al mundo con algazara y gritos; y rodeándome con [ilegible] y
colocando varios centinelas, me externó con bastante altivez la orden de pasar
inmediatamente con él a presencia del seudocoronel Bravo [Leonardo Bravo]; lo
que no pude evitar ni con hacerle ver el papel de Morelos[José María Morelos],
ni el estado infeliz en que me hallaba, pues estaba actualmente enfermo. No
hubo en fin otro [ilegible] que montar a caballo, siendo conducido en medio de
la turba armada, y ser presentado a Leonardo Bravo en el pueblo de Coayuca,
quien me recibió con demasiada aspereza y sequedad a pesar del conocimiento
especial y algún otro favor que le dispensé hallándome de cura en Chilpancingo
y seguramente me hubiera conducido a Izúcar [Izúcar de Matamoros, Puebla] con
todo el haber llegado con calentura, si el oficio de su general no hubiera
templado su mismo ardor. Sin embargo de mi resolución y serenidad a las que me
tenía decidido de antemano la obligación de mi destino; confieso Sr. Ilmo., que
flaqueó la parte interior del hombre.”[5]
En este
documento se puede apreciar el sentimiento de inconformidad prevaleciente en el
periodo revolucionario, que aunado con los despojos de tierras motivó a los habitantes
de la zona a sumarse al movimiento independentista.
Texto: Óscar Cortés Palma
Email: oscarcortespalma@gmail.com
Extracto del libro <<Tecuanina viaja por el tiempo por la historia de Axochiapan>>
Casa de Cultura Tecuanes org., civil.
[1] AGN/ Inst.
Coloniales/ Operaciones de Guerra 4872 / Exp. 008/ 4 F. Año 1813
[2] Benedict
Anderson, Comunidades imaginadas: origen
y difusión del nacionalismo, FCE, 1993.
[4] AGN/ Inst.
Coloniales/ Operaciones de Guerra / Caja 4872 / Exp. 008/ 4 f., 1813
[5] AGN/ Inst. Coloniales/ Indiferente Virreinal/
Operaciones de Guerra Caja 4872 / Exp. 008/ 4 Fojas Año 1813
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