La revolución zapatista se gestó en el suroriente de Morelos
Por Óscar Cortés Palma
Estos fueron los tres primeros meses de la insurrección zapatista.
En la feria del segundo viernes de Cuaresma de Cuautla conspiraban.
En la tarde siguiente en un mitin en Villa de Ayala, desarmaron a la
policía.
– Yo
pregunto a los presentes si no se han puesto a pensar que la tierra es de
nosotros y no del que tenga más[1]–.
Leyeron el
plan de san Luis, se levantaron en armas contra el dictador Porfirio Díaz,
cabalgaron por el sendero serrano de Huautla.
– ¡Si el camino es largo yo lo voy andar porque
estoy seguro que voy a llegar![2] –.
Lucio
Moreno en Tepoztlan y Yautepec, Gabriel Tepepa en Tlaquiltenango, Ambrosio
Figueroa en Huitzuco; Alejandro Casales en Tilapa y Chietla se
insurreccionaron.
.
–¡El pueblo unido jamás
será vencido! –.
Otros cabalgaron a una reunión secreta en la casa del ranchero José
Rodríguez en san Pablo Hidalgo, acordaron atacar Jojutla.
En Jojutla, unos aprovecharon para robar tiendas de españoles y aliados
gobiernistas.
Eso no le gustó a Pablo Torres Burgos.
– Es una
revolución profesor, el camino no está lleno de rosas si queremos un México
nuevo–.
– No
estoy de acuerdo–.
Al separarse del grupo, Pablo Torres Burgos fue capturado y fusilado por
los soldados porfiristas de Javier Rojas en Rancho viejo.
El resto de los rebeldes cabalgó por los senderos serranos: Huachinantla,
Mitepec, Jolalpan, Tlaucingo, Teotlalco, Axochiapan. En cada pueblo buscaron
partidarios de la causa, caballos y armamento.
– Estamos en medio de la sierra de la mixteca
baja poblana–.
En las apartadas aldeas serranas, los guerrilleros solicitaron préstamos
a las personas acaudaladas y alteraron los archivos municipales.
Destruyeron los telégrafos para que el gobierno no los persiguiera.
Mujeres y hombres se fueron a la ‘bola’ como se le conocía al movimiento.
– ¡Hasta la victoria final, siempre! –.
En Jolalpan, designaron a Zapata General.
– ¡La tierra volverá a quienes la trabaja con
sus manos! –.
Después los
revolucionarios fueron por el sendero serrano de barrancos y montañas de la
mixteca baja poblana.
En cada pueblo se adhería mujeres y hombres. En Axochiapan, los
recibieron con banda de música.
Platicaron con el presidente municipal, y con
el sacerdote.
–Señor general, es un deber cristiano terminar con este sistema
generador de miseria en las mayorías–.
Prisciliano Espíritu era un sacerdote revolucionario.
–Padre, los ociosos terratenientes viven con ostentosos lujos.
Nosotros vivimos al día, a veces no tenemos comida, ropa, medicamentos–.
El sacerdote lo llevó al corral del curato y le mostró un caballo
retinto.
–General,
quiero contribuir con la revolución, acepte este caballo como donación a la causa–.
El padre Prisciliano de Axochiapan tenía ideas de libertad y Justicia.
–Nuestra patria necesita de todo el esfuerzo de
las y los revolucionarios–.
Los soldados federales perseguían al revolucionario Alejandro Casales
desde Chietla.
Al llegar el destacamento de
soldados porfiristas del coronel Javier Rojas, de inmediato lo buscaron.
Los revolucionarios, perseguidos, levantaron su campamento, cabalgaron a
los cerros del sur.
Alejandro Casales huyó al
monte. Luego de un rato de andar de aquí para allá, la soldadesca lo atrapó y
torturó.
–Coronel, aquí traemos a
Casales –.
– ¿A Quién? –.
–Alejandro
Casales Coronel, el bandolero acusado de fusilar al secretario y presidente de
Tilapa–.
El coronel Javier Rojas, no se inmutó.
–Cuélguenlo
del mezquite y quémenlo–.
–Esto le pasará a todo aquel que se subleve
contra el gobierno–.
La noticia de Alejandro Casales se propagó.
El padre Prisciliano Espíritu exclamaba en la misa.
–A los militares, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de
Dios, ¡Cese la represión! –.
El trovador suriano cantaba[3]
Nos mataron a Casales
-valiente como el mejor-,
hace días que Casales
en armas se levantó.
Vinieron los federales.
A pesar de su valor,
como eran muchos, Casales,
no pudo más y perdió.
En la concurrida estación del tren, las pochtecas vendían, tacos de arroz
con rajas y huevo.
Los zapatistas cabalgaron a la Estación del tren de
Axochiapan.
–Este caballo retinto que
me regaló el cura de Axochiapan es bueno–.
Luego del tiroteo, los soldados federales huyeron, en las prisas dejaron
armas y pertrechos. Ese mismo día, Gabriel Tepepa atacó la hacienda de
Chinameca, se apropió de armas y caballos.
– ¡Este es
mi primer enfrentamiento como general! –.
Alejandro Casales, era el segundo general de la región caído en la
revolución.
Los pueblos simpatizaban con los rebeldes, servían de espías, y los
proveyeron de guaridas.
Los insurrectos merodeaban la llanura sur oriente de Morelos y la sierra
de la mixteca baja poblana.
Para sosegarlos, el
gobierno envió destacamentos a aquellos parajes, buscándolos.
De una locomotora bajaron
soldados, a reforzar la guarnición militar de la estación del tren construida
en 1898.
– ¡A ellos, los sacaremos de sus madrigueras!
–.
Al mismo tiempo, con el
arrebol de la tarde, un insurgente venia por el sendero de Tetelilla
preguntando por los guerrilleros.
–Soy
embajador de Madero, quiero entrevistarme con Zapata–.
Al principio los zapatistas no creían que ese joven resoluto fuera
enviado por Madero.
Después lo aceptaron,
corretearon a los rurales en Tlayca. Y a veces discutían por el mando del
movimiento.
–Zapata es el jefe del maderismo en Morelos–.
Los rebeldes conspiraron su primer acto de sabotaje de grandes
proporciones.
–Destruyamos el puente del muerto para que ya no
lleguen más trenes con soldados–.
–El
importante puente del muerto une los estados de Puebla y Morelos. Permite el tráfico de trenes de Jojutla,
Izúcar y Cuautla–.
– ¡También destruyamos los telégrafos para que la región siga incomunicada!
–.
Al día siguiente, los periódicos informaron.
– Los bandoleros destruyeron el puente del muerto, el tráfico de
Jojutla a Puebla quedó interrumpido al sur de Axochiapan–.
La oligarquía terrateniente en sus fiestas criticaba el comportamiento
irresoluto de las autoridades y exigía más mano dura.
–¿Cuándo
comenzará la campaña enérgica? –.
– Hay
una campaña férrea, lo que pasa es que la región simpatiza con los bandoleros–.
– Ya se
envió una cuadrilla de trabajadores para construir una fortaleza para
resguardar el puente del tren–.
El
gobierno federal construyó un fuerte militar en los límites Puebla–Morelos, al
que la gente apodó: El castillo. Era una
guarnición sobre una colina adyacente al puente del tren.
Los insurrectos atacaron Jonacatepec e Izúcar. Cuando los federales
recuperaban las plazas, se refugiaban en la llanura de la tlalnahuac o en la
sierra de la mixteca baja poblana.
Las haciendas de Tenango, santa Clara, san Ignacio eran vulnerables a ser
atacadas e incendiados los cañaverales.
En la sierra de Jolalpan, el 22 de abril, los guerrilleros, pactaron sus
zonas de operación.
–Ambrosio Figueroa, cuando las operaciones sean
en Morelos, el jefe será Zapata–.
–Coordinémonos
para atacar Jojutla–.
Zapata desconfiaba.
(Mejor que
digan aquí corrió que aquí quedó)
Los zapatistas atacaron Jonacatepec, desistieron de atacar Jojutla porque
temieron que Ambrosio Figueroa les tendiera una trampa.
– Las noticias a nivel nacional indican el fin de Porfirio Díaz–.
– Es necesario ocupar una plaza importante, como Cuautla si queremos ser
tomados en cuenta–.
Los rebeldes atacaron Cuautla y tres días después, Porfirio Díaz renunció
y salió del país.
–¡Todo era controlable hasta que se levantó el sur!
–.
El trovador suriano cantaba[4]
Marzo, día veintinueve,
aquel once de la historia,
sostiene el primer combate
en Axochiapan; victoria.
Estos fueron los tres primeros meses de la insurrección zapatista.
Texto: Óscar Cortés Palma
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[1]
Víctor Jara, A desalambrar, álbum:
Pongo en tus manos abiertas, 1969.
[2]
Ángel Parra, El camino es largo, álbum:
Vientos del pueblo, 1975.
[3]
Armando
de María y Campos, Revolución Mexicana a
través de corridos populares. Tomo I. México, 1962. Corrido a Alejandro
casales, autor José Muñoz Cota. INEHRM.
[4]
Corrido
a Alejandro casales, autor José Muñoz Cota. INEHRM. Op., cit. 1962.
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