Por Óscar Cortés Palma
Las mujeres de la revolución mexicana
y de la década de 1920’ vistieron vestidos hasta los tobillos y blusas
hasta las muñecas; y los hombres con pantalón de manta blanca, gabán que usaban
cuando hacía frio y huaraches de gallo.
En su cocina, las mujeres hacían
tortillas con metates, metlapiles, comales, tlecuiles, y en los chiquigüites
tenían chocolate, frijol, chía, maíz, amaranto. Tenían una tinaja de barro con
agua, jarritos y jícaras de cuatecomate. Un canasto con flores.
Con planchas de fierro, calentadas en
anafres, planchaban su ropa de algodón: enaguas, blusas de manga larga,
rebozos, mantas, huipiles. Dormían en petates
Unas mujeres vendían: memelas,
tlaxcales, tacos, gorditas y quesadillas, como dice la canción de León Chávez
Teixeiro, ☆Se va la vida compañera☆: ‘Por todas partes había mujeres, todas compraban y
se movían; cumplían aisladas con sus deberes, le recordaba a las hormigas.
Sintió de pronto que eran amigas, sintió que todas eran amigas’.
Mujeres
y hombres se fueron a la ‘bola’ como se le conocía al movimiento armado. Había
mujeres en uno y otro bando, eran espías, agitadoras, conspiradoras,
mensajeras, contrabandistas de armas, y soldadas. Cocinaban, lavaban ropa, cuidaban
heridos y enfermos, también disparaban.
Había mujeres encabezando
mujeres, lideresas. Las lideresas, e inclusive las mujeres pacíficas, sufrieron
en la revolución. Seudo zapatistas y soldados abusaron de las mujeres, les robaron
sus pertenencias a las señoras, sus tierras.
Las mujeres
padecieron violaciones y abusos. Se cuenta que cuando venían los soldados, las
que podían huían al cerro; las que no, se tiznaban la cara y se disfrazaban con
ropajes viejos y feos, se ocultaban en los petates, cuexcomates, pozos de agua.
No
todo era sufrimiento, en las bodas, se celebraba el huentle, las mujeres caminaban bailando en
la aglomeración andante, iban por la calle cargando chiquigüites con pan de
petate cubiertos con servilletas bordadas; chiquigüites con bolas de chocolate
artesanal. Los chiquigüites adornados con moños colorados, blancos o rosas.
La banda de viento tocaba melodías con alegría, el Xochipizahuatl (flor
menudita), el jarabe del palomo. Visitaban a padrinos dadores de huentle
(regalos), llegaban a la casa de la
novia, la peinaban con el peinado por excelencia de las mujeres de la época, el chongo, por
delante liso y por de tras el chongo.
Al día siguiente, unos cohetones
anunciaban la boda religiosa en la parroquia. Había una veintena de mujeres con
huipil guisando: tortillas con metates, metlapil, tlecuil y comales. Guisaban
salsa y guacamole en los molcajetes. Comían: mole rojo de guajolote y gallina
criolla con ajonjolí. Guisaban los alimentos en grandes
cazuelas.
Iban a
la misa, en dónde el párroco les repetía que la mujer y el hombre no valen por
sus posesiones, sino por lo que son.
Las enaguas eran faldones grandes
que cubrían hasta casi llegar a los pies.
La mujeres acaudaladas vestían enagua fina, los normales eran de percal,
se complementaba con una blusa de manga larga de algodón.
La tela percal era barata, la tela
popelina era cara, había tela de manta de
40,60 y 80. La del 80 era la mas cara y más bonita. Adornaban su ropa con dobladillo, encajes
de colores, y pasa listón. Hubo mujeres que continuaron vistiendo así hasta que fueron abuelitas.
Texto: Óscar Cortés Palma
Casa de Cultura Tecuanes
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