martes, 3 de octubre de 2017

Ximopachocan y la fuga del santo

Ximopachocan y la fuga del santo

Por Óscar Cortés Palma



Todas las mañanas, José Antonio Salvidegoitia miraba con ambición las tierras de los pueblos que rodeaban su hacienda.

Mientras tanto, el manojo de pueblos de indios humildes que cercaban la hacienda tenían sus milpas de maíz, calabaza, chile y frijol para alimentarse. En los extensos montes de estos pueblos campeaba el ganado buscando alimento y los aldeanos cortaban y amontonaban leña para sus tlecuiles.
A la orilla de una barranca conocida como Amatzinac se localiza el pueblito de Atlacahualoya. Cuyo nombre tal vez derive de un ser mitológico mexica de la antigüedad conocido como Atlacaoya.
Atlacaoya era una deidad acuática que portaba un bastón de yautli (flor de pericón). La flor de pericón estaba relacionada a las lluvias y a Tlaloc. Hoy está ligada a las cruces de la noche del 28 de septiembre de san Miguel arcángel.
Atlacaoya y Atlacahualoya son palabras parecidas, por eso tal vez en la antigüedad en Atlacahualoya idolatraban a Atlacaoya hoy remplazado por san Miguel Arcángel.

El hacendado José Antonio Salvidegoitia demandó en los tribunales a estos pueblitos acusándolos de haberse internado en sus propiedades, de pastar el pasto y de cortar la leña en la década de 1760 's.

El pueblo de Axochiapan perdió al poniente las tierras en donde estaba localizado el desaparecido pueblo de Tetehuamac. Y al oriente en donde estaba localizado el desaparecido pueblo de Alchichica.

Atlacahualoya, quedó rodeada por la hacienda, todavía en la década de 1780 's, en los tribunales exigían tierras. Dijeron:

-Que el hacendado nos reintegre las 600 varas de tierras que por cada punto cardinal debemos tener  puesto que la ley  de la Nueva España así lo específica para los pueblos-.

Los conflictos no terminaban. En la década de 1790 's, ocurría otro litigio entre Atlacahualoya y el nuevo dueño de la hacienda de Tenango[1].  Los aldeanos, después de décadas y décadas de epidemias y mortandades necesitaban tierras para alimentarse. La población se había estabilizado y se quejaron ante el virrey de la Nueva España en el año de 1788, dijeron:

-Estábamos en quieta y pacífica posesión de nuestras tierras, cuando los peones del hacendado Nicolás Icazbalceta[2] entraron, nos azotaron, apresaron y ahora nos cobran renta por cultivar nuestras propias tierras diciendo que son suyas -.

El hacendado no estaba conforme, quería más y más tierras y los tribunales corruptos por el dinero estaban sordos a los clamores del pueblo. Y los que osaban enfrentarse a la hacienda eran perseguidos y encarcelados.

Otros eran eliminados nada más porque sí, puesto que los hacendados para mantener su dominio, de vez en cuando hacían demostraciones excesivas de poder y de fuerza a sus dominados.

Ante tanta impunidad, los aldeanos se reunieron en secreto y acordaron la fuga. Un indio tocaba las campanas de la parroquia mientras gritaba y hacía ademanes arriba del campanario:

-¡ X i m o p a c h o c a n ! -. Gritaba -¡ X i m o p a c h o c a n ! -.

El grito de ¡ximopachocan! se escuchaba hasta la última casa del poblado como si fuera un eco. La gente se fue arremolinando en el centro del pueblo.

El grito de ximopachocan era común, lo gritaban los pueblos cuando tenían miedo y cuando querían justicia. Con el grito de ximopachocan convocaban a la asamblea del poder popular.

Ximopachocan es una palabra náhuatl que significa amontonamiento, unión, junta o apretamiento.

Cuando el pueblo ya se había amontonado en la plaza, se acordó la fuga del santo. Como fantasmas entraron a la parroquia y tomaron al santo, no podían fugarse sin llevarse al santo, un aldeano decía:

-¡Vámonos de aquí con san Miguel Arcángel, ¡Vamos a fugarnos san Miguelito!, nos vamos a ir de aquí a otro lugar mejor!
Iban como fantasmas iluminados por la luna de octubre unas 300 familias, sus sombras largas se dibujaban en las paredes de las casas abandonadas. Iban buscando la tierra prometida. Llegaron al pueblo de san Francisco Zompahuacan con los primeros rayos del alba, se quedaron allí, entre los años de  1786 a 1803[3].

Tzompahuacan, un pueblito con una gigantesca parroquia en ruinas, que había venido a menos por las epidemias hasta quedar casi deshabitada ahora se volvía a llenar de vida.

No obstante, la fuga del santo no funcionó y los aldeanos empobrecidos regresaron al cabo de unos años. La tierra prometida no era para ellos o al menos el primer intento había fallado. Tal vez Tzompahuacan tenía otro hacendado, el dueño del trapiche de Coauyuca localizado cerca de allí.

Arrepentidos regresaron los aldeanos, con el tiempo se acostumbraron a la explotación, miseria y se resignaron.

Y así se fue la vida como la mugre en el lavadero, pasaron los años y en 1850 Atlacahualoya ya contaba con 1029 habitantes y pertenecía al municipio de Jonacatepec, era el tercer pueblo más habitado de la comarca. En esa época, del año de  1803 a 1909,  la parroquia se encontraba en Atlacahualoya y no en Axochiapan.

Lo que sobresale de la historia de Atlacahualoya es la constante rebeldía contra la hacienda de santa Ana Tenango que duró casi 200 años, de la década de 1650 's  a la década de 1920 's cuando los aldeanos tomaron  de nuevo las armas contra la hacienda y la destruyeron esta vez para siempre.

Texto: Óscar Cortés Palma 
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